21 abril, 2013

(JBP) EL ESPACIO RURAL Y LOS CONDICIONANTES DE LA ACTIVIDAD AGRARIA EN ESPAÑA.



TEMA 16. EL ESPACIO RURAL Y LOS CONDICIONANTES
DE LA ACTIVIDAD AGRARIA EN ESPAÑA.


CONDICIONANTES DE LA ACTIVIDAD AGRARIA EN ESPAÑA.

Las actividades y el espacio agrarios están influidos por factores naturales y humanos.

Los condicionantes naturales
Entre los condicionantes naturales destacan:

1. El relieve.

La topografía facilita o dificulta la práctica agrícola, por ello se aprecia una relación entre el mapa de aprovechamientos agrarios y el mapa de relieve. La altitud. Modifica las condiciones de humedad y temperatura. En España sólo el 11% de la superficie se halla a menos de 200 metros de altitud; una gran proporción corresponde ala Meseta, cuya elevación sobre el nivel del mar realza la continentalidad y sus efectos agrarios.

Las pendientes y desniveles. Afectan a la formación y al grado de estabilidad de los suelos, a las condiciones y formas de laboreo, a la vulnerabilidad ante la erosión, a la circulación del agua, a las posibilidades de mecanización de las faenas agrícolas.

Hay que añadir la importancia el relieve y del roquedo en el origen y evolución de los suelos, que son el soporte y la base de nutrición de los cultivos y aprovechamientos agrarios.

2. El clima

Condiciona los tipos de paisajes agrarios. Está presente a través de las temperaturas,
precipitaciones y demás elementos climáticos (vientos, nubosidad,…)
El régimen climático de influencia más intensa es el mediterráneo. Su larga sequía
estival y elevadas temperaturas, exigen adaptación a las plantas y cultivos que ha
tenido como consecuencia la adopción de la trilogía de cultivos mediterráneos
(cereales, vid y olivo) y la implantación del regadío para contrarrestar los efectos de
la aridez estival.
Los climas españoles, sobre todo el mediterráneo, presentan mucha irregularidad de
unos años a otros, siendo frecuentes las heladas, las olas de calor, las sequías,…que
influyen negativamente sobre la agricultura y la ganadería.

3. Los suelos
Condiciona la agricultura por su distinta naturaleza, estructura, composición, ubicación,..tal cantidad de factores explican que los paisajes agrarios no puedan clasificarse sin recurrir al mapa de suelos.

4. La vegetación

En ocasiones se ha eliminado para lograr la total ocupación agrícola; otras veces se
conserva con grandes rasgos de pureza, constituyendo la base de los aprovechamientos
forestales. Algunas veces se ha conservado el sustrato herbáceo, no el arbóreo, para ser
aprovechado por la ganadería; o se hace un aprovechamiento conjunto e integrado de
suelo, pastos y arbolado dando lugar a paisajes de dehesa.

Los condicionantes humanos

Estos condicionantes son los responsables de la ordenación y usos del espacio agrario,
así como de la expresión de las condiciones sociales, económicas, técnicas, políticas,
etc, en las que la actividad se desenvuelve. El espacio agrario también acusa la
influencia de los factores del pasado sobre los que se han formado y pervivido las
estructuras agrarias.

Condicionantes históricos. Roma hace la primera ordenación agraria del
territorio peninsular. Sus sistemas agrarios se basan en la trilogía mediterránea y
la gran explotación. Posteriormente, los musulmanes reordenan el espacio
agrario dando gran importancia al regadío y producción de frutas y hortalizas
para la alimentación humana. Reconquista y repoblación cristianas dan lugar a
dos procesos de claras repercusiones en el agro español:

1. Uso y ordenación de la tierra basado en coexistencia de
aprovechamientos cerealista y ganaderos

2. Sistema de posesión de la tierra que será el responsable de grandes
desigualdades de sociedades pasadas y base de la consideración de la
tierra como problema. Este sistema estará vigente hasta mediados del 
siglo XIX.

Condicionantes sociales y económicos.

Propiedad, explotación y régimen de tenencia son elementos básicos de la estructura
agraria. Es manifiesta su influencia en la conformación del paisaje, exponente de la
ocupación y del uso del espacio por la sociedad.

1. El régimen de propiedad de la tierra.


La propiedad, consiste en el derecho a gozar, disponer libremente y aprovechar la
tierra sin más limitaciones que las contenidas en las leyes.

La propiedad dominante en España es la propiedad privada, que acusa una notable
dualidad: un número muy elevado de pequeños propietarios que posee poca tierra y, en
el otro extremo, un reducido número de grandes propietarios que concentra mucha tierra. Así, los dueños de menos de cinco hectáreas, que representan más de la mitad de los propietarios que existen en España, sólo poseen la décima parte del territorio, mientras que los que tienen más de 100 hectáreas, sin llegar a representar una centésima parte, concentran la mitad de la superficie.


A este problema estructural se añade la extraordinaria fragmentación de la tierra en
multitud de parcelas, que es un inconveniente para la explotación.
Geográficamente existen diferencias en cuanto al tipo de propiedad. La propiedad
pequeña y muy atomizada es dominante en la mitad septentrional, en el Levante y en
la franja mediterránea; las grandes fincas tienen, en cambio, una mayor implantación
en el sur, particularmente en Extremadura, Castilla-La Mancha y Andalucía
occidental.

Estas circunstancias tienen sus antecedentes en los procesos históricos de ocupación del
territorio y en su evolución posterior. Históricamente existieron tres tipos de
propiedad bien diferenciados: colectiva, estamental y particular.
La propiedad colectiva era aquella cuya titularidad correspondía a las villas y a los
municipios. Estaba integrada por las tierras pertenecientes a la colectividad, que se
dividían en lotes o suertes para el aprovechamiento individual (bienes comunales), o se
arrendaban a particulares a cambio de una cantidad de dinero para atender las
necesidades de la villa (bienes de propios).
La superficie perteneciente a la Iglesia y a la nobleza constituía la propiedad
estamental. La mayor parte de las tierras pertenecientes a la nobleza integraban los
señoríos, cuya integridad territorial estuvo protegida durante siglos por la institución
del mayorazgo. Los bienes de la Iglesia procedían de compras y de donaciones de los
fieles.


Los titulares de ambos tipos de propiedad no tenían capacidad de enajenar o vender,
razón por la cual se decía que estos bienes estaban en manos muertas. En
consecuencia, unos y otros se encontraban apartados del mercado de la tierra y de la
partición hereditaria, lo que redundaba en la escasez de tierra para los particulares y en
su encarecimiento.

Ilustrados y reformistas clamaron contra esta situación y, finalmente, en el siglo XIX se
le puso fin mediante los procesos desamortizadores. La desamortización afectó a los
bienes propiedad del clero y de los municipios; la primera fue llevada a cabo por
Mendizábal en 1836 y supuso la incautación de numerosas fincas pertenecientes al
clero y su venta a particulares. La desamortización civil tuvo lugar más tarde, a partir de
1855, y se llevó a efecto al aplicar la Ley de Madoz, la cual dio origen a la
privatización de la tierra que formaba el patrimonio comunal de los municipios
españoles.

La influencia de estas medidas en la estructura agraria fue muy grande, pues supuso el
trasiego de una cantidad ingente de tierra de propiedad colectiva a manos de
particulares. En contra de lo que se pretendía, vino a reforzar la gran propiedad, pues,
por lo general, los compradores ya tenían la condición de propietarios. Asimismo, la
desamortización civil privó a los municipios de un amplísimo patrimonio, a base de
sustento de los más humildes.

En lo que a los bienes de la nobleza se refiere, la abolición del mayorazgo y la supresión
del régimen señorial permitieron que, en adelante, los bienes de la nobleza se rigiesen
por las leyes sucesorias normales y entraran en un proceso de fragmentación por
herencia, aunque preservando su condición de latifundios.

El resultado de estos procesos fue una concentración notable de la propiedad y, como
los vecinos habían perdido sus tierras públicas y que a finales del siglo XIX la
población iba en aumento, la proletarización del campesinado se incrementó al haber
más personas y menos tierras que labrar. La desigualdad en la distribución de la tierra o
la carencia de ella estuvieron en la base de la conflictividad social y de las demandas de
reforma agraria, que se materializaron en la Segunda República, aunque sus efectos
quedaron anulados tras la Guerra Civil.


2. El régimen de explotación de la tierra.

La noción de explotación agraria hace referencia a las condiciones técnicas. La
explotación agraria guarda relación con la propiedad y, como sucede con ésta, también
se caracteriza por la dicotomía existente entre las pequeñas explotaciones o
minifundios y las grandes explotaciones o latifundios, de tanta implantación en el sur y
en el suroeste peninsular.

Los datos extraídos del último censo agrario nos indican que más de la mitad de las
explotaciones agrarias de España son minifundios de extensión inferior a cinco
hectáreas, y que las explotaciones de extensión superior a 300 hectáreas, representan
tan sólo un 1%, aunque concentran una cantidad considerable de tierra.

En España existe hoy día 1.764.000 explotaciones agrarias. En 1962, año del Primer
Censo Agrario, había casi tres millones. Desde entonces hasta la fecha, su número ha
decrecido en un proceso paralelo al éxodo rural, que ha consistido en la desaparición de
parte de las más pequeñas y su incorporación a otras más grandes, razón por la que ha
aumentado levemente el tamaño medio de las explotaciones.

Tradicionalmente, las explotaciones se han clasificado en minifundios, latifundios o
explotaciones de tamaño medio; sin embargo, ello no está del todo justificado, pues las
características e importancia de la explotación no dependen tanto de su superficie como
de su rentabilidad económica, ya que explotaciones dimensionalmente muy grandes
pueden ser improductivas o muy poco rentables y, en cambio, explotaciones de tamaño
medio o reducido (regadío, frutales, enarenados, etc.) pueden generar grandes ingresos.
Con el fin de resolver este contrasentido y de valorar las explotaciones en términos
estrictamente económicos, estas empiezan a considerarse en términos de UDE (Unidad
de Cuenta Europea), que es la unidad de cómputo equivalente a 1000 euros de
margen o rendimiento bruto estándar.

De acuerdo con esta nueva clasificación, comprobamos que las explotaciones
españolas, bien por superficie, bien por su menor productividad, tienen un tamaño
económico inferior a la media europea y que existen notables diferencias regionales.


3. El régimen de tenencia de la tierra.


En lo que a tenencia de la tierra se refiere, distinguimos entre régimen de explotación
directa y régimen de explotación indirecta.
El primero consiste en que el titular de la explotación agraria, con independencia de que
trabaje físicamente en ella o no, es propietario de la tierra.


La explotación indirecta resulta cuando el titular de la explotación y el propietario de la
tierra no es la misma persona. En estos casos, el propietario cede la tierra para su
explotación en régimen de arrendamiento, aparcería o bajo cualquier otra fórmula.
El arrendamiento, es de hecho, un alquiler y se establece mediante el pago de una
renta cierta, convenida de antemano, en metálico o en especie, con independencia del
resultado de la cosecha.


La aparcería es una sociedad a la que el sueño aporta la tierra y el aparcero, el trabajo;
los gastos se satisfacen a medias y los beneficios o productos de la cosecha se reparten
en la proporción establecida. Como la producción se desconoce en el momento de la
firma del contrato, la renta es variable, y propietario y aparcero comparten por igual
ganancias en los años buenos y pérdidas, si las hubiera, en los años malos.
Estos regímenes de tenencia de la tierra han tenido gran vigencia y significado en el
campo español. Hoy se tiende al incremento de la explotación directa, al mantenimiento
del arrendamiento y a la drástica reducción de la aparcería, que se agudizó con el éxodo
rural.

La sociedad española hasta casi mediados del siglo XX fue rural por cultura y
residencia de la población y agrícola pues la agricultura tendrá mucha importancia en la
producción de la economía nacional y en el autoabastecimiento de las poblaciones.
Esto hace posible la autarquía local y comarcal que terminará con la llegada del
ferrocarril y que acabó hace unas décadas con la instauración de una sociedad urbana.

En los últimos años la actividad agraria ha evolucionado: se ha orientado al mercado, se
ha especializado en las producciones y a gran escala en una economía integrada en
mercados internacionales.

Las innovaciones técnicas también favorecieron al campo, la mecanización, el uso
generalizado de abonos y fertilizantes, el empleo de semillas y razas seleccionadas,…
todo ello en una sociedad moderna que se desarrollaba progresivamente.

El ingreso de España en la U.E. ha influido en la actividad y espacio agrario, pues ha
supuesto la ampliación de los mercados agrarios, la participación en las políticas
comunitarias y nuevas condiciones de financiación de la producción agraria.


USOS Y APROVECHAMIENTOS AGRARIOS.


Existe una relación intensa entre los mapas de cultivo y aprovechamiento con los
componentes del medio geográfico, especialmente clima y relieve.
Sobre los grupos de aprovechamientos existe coincidencia entre:

o Espacios forestales y áreas de montaña. Se debe a que las montañas no son
aptas para la agricultura, al abandono de los usos agrícolas tradicionales y a la
repoblación forestal.

o Praderas y pastizales se extienden por zonas de montaña media, de topografía
menos accidentada, y por las penillanuras del oeste peninsular. Es la Iberia
silícea. Sobre ella se asienta la ganadería tradicional que aprovecha los pastos
húmedos de las praderas atlánticas y los estacionales de la España interior,
donde ha ido unido al régimen de dehesa.

o Las tierras cultivadas se encuentran en tres grandes conjuntos agrícolas: las
cuencas interiores de la Meseta, las depresiones exteriores y el litoral
mediterráneo. Las dos submesetas tienen un intenso uso agrario (cuenca del
Duero en la Norte y área de La-Mancha en la Sur). La depresión del Ebro y
Guadalquivir son de gran aptitud agrícola, siendo la tierra bética la que presenta
mejores suelos y mayores porcentajes de superficie labrada. Las zonas del litoral
mediterráneo se caracterizan por la intensidad del laboreo sobre una estrecha
franja que presenta su mayor extensión en el golfo de Valencia.

En los espacios de aprovechamiento agrícola destacan las zonas de regadío, que son
hoy los principales soportes económicos de la agricultura española. Junto a ellos,
destacan los espacios ocupados por cultivos forzados (enarenados, bajo plásticos) y
subtropicales, modelo de aprovechamiento de las potencialidades que ofrece el clima y
un claro exponente del dinamismo de la agricultura española.


LOS NUEVOS USOS Y FUNCIONES DEL ESPACIO RURAL.

España ha sido tradicionalmente agrícola, pero a mediados del siglo XX reproduce la
transformación agrícola y pesquera.
La población agraria activa se ha reducido mucho. Actualmente está en torno al 8%.
El principal retroceso se produjo entre 1960-1970, siendo distinto en cada región: muy
acusado en Madrid, País Vasco o Cataluña y menos en Extremadura y Galicia.
Solamente un millón y cuarto de personas trabaja en el sector primario.
En su dimensión económica, el sector primario ha alcanzado un PIB de 20.000
millones de euros, consecuencia de una gran producción agraria. Sin embargo, en el conjunto de la economía española su significado ha ido disminuyendo. Hoy significa
menos del 4%.


También ha variado el significado económico de cada subsector. Se ha llegado a una
situación en la que el valor de la situación ganadera es superior a la agrícola, lo que es
indicativo de una sociedad que demanda más productos ganaderos, carne y leche, que
productos agrícolas tradicionales como los cereales.

A partir de los años 60 el campo sufre fuertes transformaciones debido a varios factores:
el éxodo migratorio, la mecanización del campo, la ampliación del regadío y la
aparición de una nueva sociedad rural.

El éxodo rural supone el traslado de población del interior de España hacia las áreas
urbanas. Esto acaba con unas relaciones sociales basadas en la existencia de una mano
de obra abundante y barata, y de una ordenación y usos del espacio agrario sustentados
en las prácticas extensivas.

El éxodo migratorio, la evolución de la sociedad y la necesidad de incrementar la
producción agraria son causa y consecuencia del las innovaciones en el campo:
semillas, abonos…además de la difusión de cultivos industriales, reducción del
barbecho e incremento de la productividad.

La mecanización del campo fue clave en el desarrollo del sector. Paralela a la
mecanización fue la motorización del medio rural, que supone abandonar el campo
como lugar de residencia y de la explotación agraria, quedando reducido a lugar donde
trabajo donde se acudía a diario.

La ampliación de los regadíos. Al comenzar el s. XX había en España 1 250 000
hectáreas de regadío. En 1902 se aprueba el plan de Obras públicas, Plan Gasset, que
tuvo logros modestos. En 1933 ( plena República) se aprueba el Plan Nacional de Obras
Hidráulicas de Manuel Lorenzo Pardo que pretende crear la infraestructura necesaria
para ampliar los regadíos aprovechando los recursos hídricos, la construcción de
embalses, trasvases entre cuencas, etc.

Los conflictos producidos en el campo durante la República y la posterior Guerra Civil
paralizan el Plan, que se retomará en época de Franco. Se construye entonces una red
de embalses que permite elevar la superficie de regadío hasta 3 602 500 hectáreas, el
6.6% de la superficie geográfica y casi el 20% de las tierras de cultivo. La producción
agroganadera recae sobre esta vasta extensión a costa de un desmesurado consumo de
agua.

Consecuencia de lo expuesto es que el espacio agrario español ha tomado una
orientación productiva, se han roto los vínculos entre agricultura, ganadería y
explotación forestal y ha surgido una disociación muy grande entre el mundo rural y el
urbano. Además de la influencia de las políticas comunitarias como factor de
modernización del campo.

Todos los cambios expuestos anteriormente han alterado el concepto y el uso del
espacio rural apreciándose que la influencia que sobre él ejerce lo urbano, ha atenuado
el contraste campo-ciudad al superponerse sobre un mismo espacio diversos usos del
suelo como apreciamos en las áreas periurbanas.


Si hace años el espacio rural tenía una función productiva, hoy ha adquirido el valor de
espacio de uso, acoge segundas viviendas de residentes en la ciudad, industrias,
talleres, naves de almacenamiento, etc., que están al servicio de necesidades urbanas.
También acoge usos relacionados con el ocio, turismo rural o de naturaleza, ejemplo de
ello son las áreas protegidas.

El espacio rural es hoy multifuncional y polivalente debido a las nuevas demandas y
perspectivas de futuro que se ofrece al mundo rural en las sociedades desarrolladas. Es
por ello que el mundo rural acusa la presión del mundo moderno (vías de
comunicación…) y hace necesario adoptar prácticas agrarias que favorezcan la
preservación del entorno y la conservación de la naturaleza.

También se hace necesario diversificar la economía, propiciar nuevos usos y actividades
que generen empleos duraderos fuera del sector agrario y desarrollar programas
integrados de desarrollo rural sobre la base del potencial endógeno.

Las políticas europeas procuran mantener a la población en su ámbito, apoyar la
implantación de nuevas empresas y actividades, dispensar mayor asistencia las
sociedades locales, conservar el medio natural y el patrimonio cultural como una baza
para la generación de ingresos externos, como los que aporta el turismo.